21 de mayo de 2011

Increíble, lo resume todo.


Filosofía es una de esas clases que ves en el plan de estudios a principios del curso y esperas que sea una asignatura memorística llena de autores incomprensibles. Sin embargo, un buen día llegas a clase pensando que va a ser de lo peor y te encuentras a un sarcástico señor trajeado con mucho que enseñar, y ganas de hacerlo.
Él es quien te manda escribir este tipo de entradas en un blog sobre la asignatura, eso sí siempre de forma opcional. Así es como tú te ves inmerso en una aventura que si bien en un comienzo fue por subir nota, al final acabó haciéndose por el gusto a desvariar en las entradas y a que, lo admitamos o no, tenemos un excelente profesor.
Esto, es lo mejor de esta asignatura. Si bien se trata de un profesor con infinidad de recursos para hacer que atiendas, comprendas y aprendas las cosas del temario, lo que le hace inolvidable es su forma de ser mientras da clases. Consigue que vayas a clase solo para disfrutar de sus “paréntesis psicopedagógicos”, “We want to learn”, “no estarás pintando en la mesa”, “¿qué tienes que decir al respecto?”, “no seré yo quien traicione esas caras de interés”, “poséeme, poséeme aquí mismo y yo le digo quita guarra”, “ayer fue un día muy importante para la humanidad… fue mi cumple y… ¡¡¡TRAIGO CHUCHES!!!” y muchos otros comentarios.
Aunque en un principio fuésemos con ideas preconcebidas, nuestro héroe, Enrique, hace que acudamos no con una actitud pragmática sino de forma meramente especulativa.
Por ello; gracias, Superhombre.